Me senté a meditar

Un retiro de silencio es un regalo que pocos nos hacemos. 

Me senté a meditar. 

Primero se pronunció mi cuerpo. Me duele la pierna. Se me duerme el pie. Me tira la lumbar. Se me seca la boca. Y un sin fin de distracciones más …pero llegó un momento que mi cuerpo se cansó…se cansó de querer distraerme. Se cansó de querer llamar la atención y ocupar un sitio que no era suyo.

Después se pronunció mi mente. No he recogido la cocina. Tengo que arreglar la persiana. Deje la luz del salón encendida. Mi madre me necesita. Le hablé muy mal a mi amiga el otro dia … .pero llegó un momento en que mi mente se cansó. Se cansó de intentar sabotearme. Se cansó de querer manipular al que observa.  

Después vinieron las emociones. Vino la ira, y me enfade. Y recordé historias y conversaciones. Vino la pena y lloré. Lloré tanto que me dolían los ojos y los mocos me caían a raudales. Luego vino el cansancio y lloré con desaliento. Luego vino la calma…y con ella las emociones también se cansaron de sacudirme y se fueron. 

Al final se quedó sola la que observa. No sabía si era de día o de noche. Habían pasado tantas horas. Tantos días en silencio… Sola en el vacío, en la atemporalidad. Sola en la respiración. Había encontrado ese estado de no cuerpo, no mente, no emoción…Sola, ingrávida. Vacía, diluida. El todo y la que observa se unieron, se reconocieron, se abrazaron.

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